
Por fin te capturé, reina de los cielos. Por fin te hice mía.
Pero no me malinterpretes, sé que nunca seré tu rey y que tu trono ya está ocupado. No busco tu posesión, pues eres capricho de los giros de la vida, ni tampoco busco a tu hija, la princesa, a la cual también tengo atrapada.
Sólo buscaba encontrate y cazarte, cazarte como cacé al mismísimo cazador hace tiempo y a su peor enemigo. Cazarte como al caballo alado o al majestuoso cisne.
Jamás tendré el control de los cielos, ni reinaré tan alto y lejos como vos, pero podré observarte a pesar de las nubes; podré mirarte incluso cuando descansas tras el horizonte.
Ahora tengo control sobre ti, sin tener capacidad alguna de controlarte. Tengo control sobre algunos de los soles más brillantes de la galaxia sin ser capaz de llegar a ellos. Te tengo y no tengo al mismo tiempo.
En noviembre, cuando tu rostro sea más nítido y claro, volveremos a vernos y volveré a buscarte. Hasta entonces, reina con la paciencia que te otorgan los eones y cuida de una hija que guarda en sus manos una galaxia entera.
Hasta entonces...
Paz, amor y reinas celestes...
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