
Es curioso que tras toda una vida de logros y fracasos. Tras momentos de tristeza absoluta y felicidad plena; uno se de cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba buscando.
Apoyo, respaldo, admiración, complicidad, felicitaciones, insultos, gritos o halagos... Da igual lo que recibas, en el fondo da igual. Si cuando haces las cosas mal la gente no se siente complacida con tu trabajo, es normal.
Sería algo extraño que sucediera lo contrario, ¿verdad?
Sin embargo, parece que cuando hacemos las cosas bien, buscamos palabras bonitas, consuelos y apoyos. ¿Por qué? Si nuestro trabajo es hacer las cosas bien, por qué deberíamos esperar palabras amables al finalizar los mismos de manera satisfactoria.
Durante el proceso de trabajo, en los momentos difíciles, es posible que un empujon positivo ayude, sin resultar siempre necesario; pero al final del proceso, ¿recordaremos las palabras amables que nos ayudaron o recordaremos las contrarias?
Puede que una vida de falta de apoyo y aficiones extrañas me hayan hecho insesible a estas cosas; o, por lo menos, insensible a ciertas personas, no lo se.
Sólo sé que ahora no necesito felicitaciones.
Paz, amor y felicitaciones...
No hay comentarios:
Publicar un comentario