
Por fin volvernos a encontrarnos. Cara a cara. Tú y yo solos.
Ha pasado tanto tiempo que temía haber olvidado tus rasgos, también tenía miedo de que te hubieras olvidado de mí; en realidad supongo que nunca me tuviste en demasiada consideración...
He echado de menos tu frío e inabarcable abrazo que tantas noches me acompañó en secreto a la luz de una luna aún más fría que el hielo.
Echaba de menos compartir mi soledad contigo, aunque me hicieras sentir más solo que al principio; la amargura compartida puede ser tan dulce y a la vez tan amarga.
Como amargos eran tus besos, besos gélidos en lo más oscuro de la noche o juguetones y brillantes besos al sol del mediodía, románticos al caer la tarde y otra vez fríos a la luz de las estrellas.
Estrellas que se reflejan en tu piel haciéndote tan sublime, tan irresistible... cómo no iba a caer yo rendido a tus influjos, cómo resistirse a tu melodioso canto y a la armonía de tu baile.
Era joven cuando nos conocimos, pero tú habías conocido tantas historias ya...
Historias alegres y joviales, a veces; pero normalmente invadidas de melancolía, desazón y amargura. Tan románticas... tan atrayentes...
Cómo no quedarse prendado de tanto romanticismo. Vivir lo que tantos antes han vivido, y morir lo que nadie se atrevió a vivir.
Llegan ya trazas de tu aroma a mis sentidos, un aroma que me envuelve, me rodea y no me deja escapar. Un aroma que puede sentirse en la piel, en los ojos y en la boca.
Valiente y noble fue mi corazón en otra época y poco a poco le quitaste la fuerza y la esperanza para convertirlo en esclavo de tus sonidos. Pero no te culpo, poco a poco empiezo a entender que tu destino y el mío están ligados y lo estarán para siempre hasta más allá de la muerte.
Cuando el ocaso de mi vida llegue, me dejaré guiar por los fuegos de San Telmo y siguiéndolos iré a buscarte y encontraré lo más profundo de tu ser para allí morir rodeado de tu compañía. Rodeado de soledad.
Paz, amor y platonismos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario