viernes, 18 de junio de 2010

Mi reina


Por fin te capturé, reina de los cielos. Por fin te hice mía.
Pero no me malinterpretes, sé que nunca seré tu rey y que tu trono ya está ocupado. No busco tu posesión, pues eres capricho de los giros de la vida, ni tampoco busco a tu hija, la princesa, a la cual también tengo atrapada.
Sólo buscaba encontrate y cazarte, cazarte como cacé al mismísimo cazador hace tiempo y a su peor enemigo. Cazarte como al caballo alado o al majestuoso cisne.
Jamás tendré el control de los cielos, ni reinaré tan alto y lejos como vos, pero podré observarte a pesar de las nubes; podré mirarte incluso cuando descansas tras el horizonte.
Ahora tengo control sobre ti, sin tener capacidad alguna de controlarte. Tengo control sobre algunos de los soles más brillantes de la galaxia sin ser capaz de llegar a ellos. Te tengo y no tengo al mismo tiempo.
En noviembre, cuando tu rostro sea más nítido y claro, volveremos a vernos y volveré a buscarte. Hasta entonces, reina con la paciencia que te otorgan los eones y cuida de una hija que guarda en sus manos una galaxia entera.
Hasta entonces...

Paz, amor y reinas celestes...

lunes, 14 de junio de 2010

Sobre las felicitaciones


Es curioso que tras toda una vida de logros y fracasos. Tras momentos de tristeza absoluta y felicidad plena; uno se de cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba buscando.
Apoyo, respaldo, admiración, complicidad, felicitaciones, insultos, gritos o halagos... Da igual lo que recibas, en el fondo da igual. Si cuando haces las cosas mal la gente no se siente complacida con tu trabajo, es normal.
Sería algo extraño que sucediera lo contrario, ¿verdad?
Sin embargo, parece que cuando hacemos las cosas bien, buscamos palabras bonitas, consuelos y apoyos. ¿Por qué? Si nuestro trabajo es hacer las cosas bien, por qué deberíamos esperar palabras amables al finalizar los mismos de manera satisfactoria.
Durante el proceso de trabajo, en los momentos difíciles, es posible que un empujon positivo ayude, sin resultar siempre necesario; pero al final del proceso, ¿recordaremos las palabras amables que nos ayudaron o recordaremos las contrarias?
Puede que una vida de falta de apoyo y aficiones extrañas me hayan hecho insesible a estas cosas; o, por lo menos, insensible a ciertas personas, no lo se.
Sólo sé que ahora no necesito felicitaciones.

Paz, amor y felicitaciones...

El capitán


Por fin volvernos a encontrarnos. Cara a cara. Tú y yo solos.
Ha pasado tanto tiempo que temía haber olvidado tus rasgos, también tenía miedo de que te hubieras olvidado de mí; en realidad supongo que nunca me tuviste en demasiada consideración...

He echado de menos tu frío e inabarcable abrazo que tantas noches me acompañó en secreto a la luz de una luna aún más fría que el hielo.
Echaba de menos compartir mi soledad contigo, aunque me hicieras sentir más solo que al principio; la amargura compartida puede ser tan dulce y a la vez tan amarga.
Como amargos eran tus besos, besos gélidos en lo más oscuro de la noche o juguetones y brillantes besos al sol del mediodía, románticos al caer la tarde y otra vez fríos a la luz de las estrellas.
Estrellas que se reflejan en tu piel haciéndote tan sublime, tan irresistible... cómo no iba a caer yo rendido a tus influjos, cómo resistirse a tu melodioso canto y a la armonía de tu baile.
Era joven cuando nos conocimos, pero tú habías conocido tantas historias ya...
Historias alegres y joviales, a veces; pero normalmente invadidas de melancolía, desazón y amargura. Tan románticas... tan atrayentes...
Cómo no quedarse prendado de tanto romanticismo. Vivir lo que tantos antes han vivido, y morir lo que nadie se atrevió a vivir.

Llegan ya trazas de tu aroma a mis sentidos, un aroma que me envuelve, me rodea y no me deja escapar. Un aroma que puede sentirse en la piel, en los ojos y en la boca.
Valiente y noble fue mi corazón en otra época y poco a poco le quitaste la fuerza y la esperanza para convertirlo en esclavo de tus sonidos. Pero no te culpo, poco a poco empiezo a entender que tu destino y el mío están ligados y lo estarán para siempre hasta más allá de la muerte.
Cuando el ocaso de mi vida llegue, me dejaré guiar por los fuegos de San Telmo y siguiéndolos iré a buscarte y encontraré lo más profundo de tu ser para allí morir rodeado de tu compañía. Rodeado de soledad.

Paz, amor y platonismos...

viernes, 4 de junio de 2010

¿Por qué?


Me siguen sorprendiendo las cosas más vanales del mundo. Me sigo dejando guiar por la sorpresa cuando descubro viejos tesoros, enterrados quizás por mí mismo.
Es curiosa la dualidad que existe dentro de cada uno de nosotros... lo que un día nos mataría dejándonos inconscientes en el suelo y envueltos en un mar de duda y remordimientos, otro día nos acaricia con cariño la mejilla, nos besa y nos ofrece un poco más para que el resultado sea completamente distinto al caso contrario.
Y, sin embargo, seguimos adelante. No nos paramos a pensar en la paradoja: lo que nos hace más fuertes un día puede destrozarnos al siguiente. Un paso hacia delante y otro hacia atrás. Un avance nulo en definitiva...
Sigue sorprendiendome la dureza del cuerpo humano, su resistencia y su afán por seguir superándose; contrastada con la debilidad y la rendición que nos invade tantas veces.
¿Nos decidiremos algún día?