Miró a su alrededor, contemplando la escena que le rodeaba.
El panorama era tétrico. Enormes estalacticas de basalto unían el suelo de la estancia con el techo dando la sensación de ser las columnas que sustentaban el alto techo. En las paredes podían adivinarse algunas antorchas, que tímidamente bañaban la negrura de luz. Y en el suelo se veían restos óseos de proporciones anti-humanas.
La sombra se le acercó y dijo:
─ Por fin despiertas. ¿Por qué razón estás aquí, ante El Juez?
El guerrero levantó la mirada hacia la figura, sin ver más que un borroso contorno en la oscuridad y se dirigió a ella con voz trémula.
─ ¿Quién eres? No sé dónde estoy, lo último que recuerdo fue abandonarme y morir.

A la sombra le parecieron brillar los ojos en la oscuridad, un brillo azul... frío...
─ Así que tu eres el que se rindió... ¿Por qué un guerrero que ha luchado toda su vida acaba así?
─ La esperanza─ dijo el guerrero─ luché por ella toda mi vida y al final la perdí. No es justo luchar por algo que no te recompensa de ninguna manera, no creo que nadie sea capaz de luchar eternamente sin recibir nada a cambio. Mi esperanza nunca se vio favorecida por los hechos y finalmente se apagó como una vela al viento.
En el contorno sombrío empezó a distinguirse una extraña mueca, una especie de horripilante sonrisa, cruel y despiadada.
─ Toda una vida luchando por la esperanza, y aún no la comprendes en absoluto... Qué irónico.
El guerrero se levantó furioso y desenvainó su espada.
─ Estoy harto de vosotros, los dioses, y vuestro eterno halo de superioridad.
Descargó un certero golpe sobre la sombra y ésta desapareció.
Un sonido gutural sonó a su espalda, con una extraña similitud a la risa. Antes de que pudiera reaccionar notó una fría mano en su hombro y cayó al suelo de rodillas, soltando en la caída el arma.
─ Ya no estás en el reino de los vivos, ni siquiera en el de los muertos; estás aquí para aprender tu gran error. No soy un dios, pero aquí, en mi casa, mando yo; y no te irás hasta que aprendas la complejidad de la esperanza.
─ La esperanza es algo bello por lo que luchar, algo digno y honorable.
─ ¿Lo es?
─ Claro, cómo podría alguien decir lo contrario... Sin esperanza no hay nada.
─ Ahí estamos de acuerdo─ otra vez sonó esa risa gutural─ sin esperanza no hay nada, pero ¿es algo tan bello por lo que luchar? ¿Nunca te has parado a pensar en que la esperanza es un arma de doble filo?
─ No entiendo.
─ Claro que no entiendes, nunca quisiste entender. Luchaste por algo que no comprendías, no me extraña tu fracaso.
─ ¿Qué quieres decir?
─ La esperanza, joven guerrero, es como las sirenas. Un bonito canto, atrayente y cautivador... un horrendo monstruo, despiadado y cruel... La esperanza es una de las fuerzas motrices más fuertes para el hombre, junto con el amor o el bien. Sin embargo, tiene un hambre insaciable; un hambre que se nutre a sí mismo, retroalimentándose. La esperanza crea ilusiones y el hombre lucha por ellas a la vez que se crea nuevas ilusiones, y al final se convierte en la quimera del propio hombre. ¿Sabes por qué te cansaste? Porque no llegaste a comprender la esperanza, no llegaste a ver su dualidad.
─ ¡Entonces, el mundo debería abandonar la esperanza!
─ Estúpido... no quieras rechazar lo único bueno que os dió pandora. La esperanza no debe abandonarse nunca, sólo hay que saber enfocarla bien. Hay que saber distinguir entre las ilusiones quiméricas y las ilusiones positivas, algo que nunca supiste hacer, joven guerrero. Hay que saber hacer que la esperanza crezca con uno, y no a expensas de uno. Ahora que has aprendido la lección, desaparece.
El guerrero entendió su falta de fuerza, entendió las palabras que el dios de los rayos le había dicho, entendió por qué nunca podría ser un héroe, entendió que a partir de ahora sólo le quedaba habitar el olvido.
Notó un viento fresco en la cara, notó como poco a poco su cuerpo se convertía en arena, como cada grano era arrastrado a un lugar distinto para acabar dispersos en el destino final de todos aquellos que se rinden: el infinito desierto del olvido.
Paz, amor y lecciones tardías...
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