Me gustaría soñar con lágrimas de lluvia que laven mi alma corrompida por la locura.
Me encantaría creer que no me encuentro solo en esta noche sin estrellas, que una luz iluminará mi camino más allá de lo que nunca deseé.
Pero todo tiene un límite y mis hombros están ya cansados de soportar este peso, de esperar ese beso que no llegará.
Miro a la luna y le pregunto si ella se siente así, si los meteoritos no son más que sus lágrimas, ocultas por la luz del día.
Busco el resguardo de la noche, quizás por miedo al día; miedo a una luz que me ha cegado demasiadas veces.
Mis ojos están cansados, no de llorar, están cansados de ver una realidad que nunca imaginaron, lejos del sueño de belleza y del temor de la pesadilla. Algo completamente distinto e impredecible, que nunca podrán controlar. Una vida de sueños rotos, de ilusiones perdidas por el paso de los años.
Me gustaría sentir unas lágrimas que limpien mi ser, que empapen mi alma de pies a cabeza, que rompan las cadenas que la mantienen atada, sin posibilidad de expresarse.
Sólo busco una salida, una solución compatible con una vida de esperanzas rotas, un sueño de pesadilla soñado despierto.
No lloro en un rincón de mi mundo porque no quiero malgastar las lágrimas de emoción, quiero ser capaz de volar más allá de los límites de la razón, más allá de las barreras del corazón y la mente; allí donde todas las dudas son planteadas y ninguna resuelta.
Vivir más allá del momento, un momento que mata todo el tiempo de vida, que poco a poco drena el sentido de una existencia ya de por sí vacía.
¿Llorarías por mí si decido marcharme?
Paz, amor y recuerdos...
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