sábado, 14 de agosto de 2010

Ilusionismo

El joven se acercó al mago y clavó sus ojos en las cartas.

El mago, mirando al público, desencadenó su juego de manos, moviendo los dedos rápidamente, contrayendo y estirando sus falanges a una velocidad imposible de seguir.

Cuando el truco finalizó el joven se acercó al mago y le dijo al oído:
—Lo he entendido todo, ya sé cómo realiza usted el truco.

El mago lo miró sorprendido:
—Así que por fin alguien lo ha entendido, ¿eh?— el mago miró suspicazmente al chico— Joven, usted debe estar enamorado, o al menos, debe usted pensar en alguien de manera romántica.
—¿Por qué dice usted éso, señor?
Una leve sonrisa se levantó en la misteriosa cara del ilusionista:
—Porque sólo alguien con la mente dispuesta a soñar es capaz de ver los sueños, sólo alguien capaz de ilusionarse es capaz de comprender las ilusiones.
El chico cambió su expresión, sorprendido.
—No entiendo, ¿insinúa usted que soy un iluso?
El mago rió:
—Nada de éso... aunque supongo que en realidad sí. Pensé que lo habías entendido, chico. Ésto sólamente ha sido una ilusión, un mero engaño a lo que todos creían que era realidad. La gente se ofusca pensando que lo que ven es la única realidad existente y se olvidan de que lo real, a menudo, se escapa a la vista. —El chico cada vez prestaba más atención— Sin embargo, las ilusiones forman parte de la realidad, son una parte muy necesaria, puesto que sin ilusiones nada llegaría más allá de lo imaginado como posible. ¿No sería eso triste? Lo imposible tratado como verdaderamente imposible. Lo posible sólo como abarcable. Al final, chico, lo imposible no existe, y lo posible es tan ampliamente abarcable que se convierte en aburrido... pero las cosas no son así; lo imposible, es sólamente raro, experimentable; mientras que lo posible, simplemente, es aquello que está a nuestro alcance. Lucha por lo imposible, mientras aceptas lo posible, puesto que nunca serás capaz de predecir el futuro y no merece la pena rendirse ante algo que ni siquiera se ha planteado aún. Lucha, chico, lucha por algo imposible; las luchas por lo posible fueron ganadas hace tiempo por gente que creyó en algo más allá.

El chico escuchó pacientemente al mago y finalmente se marchó. Con una sonrisa de duda en la cara, con una mirada interrogativa en los ojos: al final había parecido entender que nada es imposible más allá de su propia imaginación; más alla de sus propios sueños...

Paz, amor e imposibles...

lunes, 9 de agosto de 2010

La lucha del guerrero

El guerrero subió a la cima de la más alta montaña y se postró de rodillas.

El cielo empezó a oscurecerse, las nubes negras cubrían hasta donde alcanzaba su cansada vista y los rayos comenzaron a brillar.
El frío viento movía su revuelto y enmarañado pelo; sucio y sudado.

Encontró el valor en las gélidas gotas de lluvia y lanzó su grito contra el cielo:
—¡Zeus! Ya está. Lo has conseguido. Me rindo.
El cielo estalló con un rayo que se pudo oir varios kilometros a la rendonda. Los que lo oyeron tuvieron la extraña sensación de estar escuchando una carcajada.
—No lo soporto más. Estoy cansado de luchar; para mí la batalla ha perdido su significado.

La voz del guerrero no mostraba miedo, se levantaba de manera clara y potente por encima del rugir de la tormenta. Sin embargo, el tono de su voz resultaba amargo y melancólico.
Una terrible voz se levantó por encima de la del guerrero:

—Vosotros los mortales... siempre tan estúpidos. —No había rastro de sorna ni odio en esta afirmación. Se podría intuir, incluso, un extraño tono paternal en la aterradora voz celestial— ¿Te rendirías ahora que has luchado tanto? Parece mentira que tu seas el guerrero al que tantos poemas han dedicado.

—No busco gloria ni alabanzas. —Respondió el guerrero— Estoy cansado de tanta derrota, pero también estoy harto de las victorias. Simplemente quiero algo de paz. Quiero poder sentarme y mirar al horizonte sin imaginarme enormes ejercitos a los que tendré que derrotar. Mirar al mar sin ver flotas de navíos surcando las aguas. Quiero mirar al cielo sin temer ver el fuego de la batalla. El único fuego que quiero ahora, es el fuego de las estrellas.

—Iluso. No comprendes nada. Los héroes, los verdaderos héroes, son los que hacen brillar el fuego de las estrellas. Y ni yo, ni nigún otro dios, podría jamar tener la osadía de intentar apagar uno de esos fuegos, ni tampoco suficiente poder. Cuando un héroe auténtico muere, enciende el corazón del universo para que su luz pueda seguir iluminando este solitario planeta. Es algo superior incluso a los dioses.

El guerrero se levantó y miró con odio al cielo.

—Yo no soy ningún héroe, nunca he pretendido serlo ni jamás he perseguido ese objetivo. Vosotros, en vuestra arrogancia, elegís a los héroes, les proporcionas vuestra sangre y vuestra bendición. Éso es lo que les convierte en héroes.

Una sonora carcajada inundó el oscuro cielo, haciendo al valiente guerrero estremecerse.

—La sangre de dioses no crea héroes, convierte a humanos normales en excepcionales, pero el verdadero heroísmo está en el espíritu de cada uno. En el espíritu humano. No lo entiendes, el poder no hace al héroe, la superación de la carencia de poder sí. Tú tienes en tus manos la capacidad de convertirte en algo anhelado por muchos hijos de dios. Ni siquiera yo, podría darte o arrebatarte ese poder.

El guerrero se dejo caer en sus rodillas y apoyó sus manos en el suelo. Las lágrimas en su rostro se confundían con las gotas de lluvia que lo recorrían.

—Descarga tu ira sobre mí. Que tus rayos me hieran hasta lo más profundo de mi alma. Que mi espalda quede marcada con las mismas cicatrices que el cielo nocturno cuando tus tormentas lo desgarran. Mutila mis miembros si es lo que quieres pero yo me rindo. Me rindo. No lo soporto más.

Una explosión de luz iluminó el oscuro cielo. Por unos instantes todo quedó blanco. Cuando la oscuridad volvió a abrazar la cima de la montaña ya no había nadie allí.
Esa noche se apagó una estrella en el cielo nocturno, un lucero que no volvería a brillar jamás. Las nubes negras no desaparecieron de la montaña hasta varios meses después, descargando constantemente su lluvia; como si un dios llorara...

Paz, amor y cielos surcados de cicatrices...